5 de enero de 2012

De turismo por la Administración Pública

En los últimos días se ha reavivado el debate entorno a una Dirección Pública Profesional. En"Sobre la dirección pública profesional", Iñaki Ortiz deja muy clara su opinión, muy lógica y compartida, Félix Serrano centra un poco más la discusión entorno al perfil del directivo en Directivos públicos: ¿políticos o funcionarios?

Quiero creer que en mis post me he caracterizado por llamar a las cosas por su nombre. Y la verdad es que en torno a este tema me da exactamente igual quien sea el directivo público, únicamente quiero un buen directivo, comprometido e implicado en el trabajo. La discusión entre insiders y outsiders no me parece tan importante.

Alguien ajeno a la administración pública, que no conozca el terreno puede aportar un soplo de aire fresco, un cambio de actitudes, o todo lo contrario, puede darse contra un muro que al final no pueda sino bordear. Por otro lado el aspirante de dentro, conocedor profundo de los entresijos de la administración puede hacer girar más rápidamente los engranajes, pero también puede verse afectado por los mismos defectos de los que adolece este tipo de organizaciones.

Lo que si comparto con casi todos los que han comentado sobre este tema es la necesidad de que exista un procedimiento profesional de selección de directivos públicos.

Lo que no alcanzo a comprender es que si en la empresa privada la temporalidad en los cargos se tiene tan asumida, si el empleo no es para toda la vida, ¿por qué cuando alguien llega a este tipo de cargos directivos públicos esa misma temporalidad lo inunda todo?

Porque de lo que estoy cansado es de turistas en la administración pública, tanto funcionarios como políticos. Que acceden al puesto de dirección sin una idea clara, sin objetivos ni planes que desarrollar, más que unas lineas de un programa electoral, ambiguo y que realmente no dice nada. Incapaces o sin la suficiente motivación para emprender acciones de calado o más largo plazo.

No quiero decir con esto que todos sean así, ni que su actitud o aptitud se prolongue durante los años que están al frente de su cargo. Al final muchos suelen ser buenos gestores, justo cuando los cambian por otros. Y vuelta a empezar.

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